Adiós a la 'materia oscura' del cannabis: así es el cannabizetol y la nueva era de los dímeros

  • Si le preguntáramos a cualquier cultivador veterano o a un químico hace apenas una década si conocíamos todos los secretos del Cannabis sativa, la respuesta habría sido un sí rotundo. Al fin y al cabo, aislamos el THC en 1964 y mapeamos el sistema endocannabinoide en los años 90. 
  • Sin embargo, 2025 ha llegado para demostrarnos lo equivocados que estábamos con un hallazgo que ha sacudido los cimientos de la botánica cannábica moderna: el descubrimiento del cannabizetol (CBGD).
  • Este no es simplemente el cannabinoide número 150 de la lista. Porque no estamos hablando de una variante menor que aparece tímidamente en un cromatograma.

El cannabizetol es una "supermolécula", un compuesto con una arquitectura química tan singular y una potencia antiinflamatoria tan prometedora que nos obliga a reescribir lo que creíamos saber sobre la planta. Pero su aparición nos plantea una pregunta incómoda, casi un misterio policial: ¿Cómo es posible que, tras miles de años de uso medicinal y décadas de ciencia moderna, hayamos pasado por alto un compuesto de este calibre hasta el año 2025? La respuesta es una historia de prohibición y ciencia forense malinterpretada.

¿Qué es el cannabizetol?

Para entender por qué el cannabizetol (CBGD) es tan especial, hay que imaginar a los cannabinoides clásicos (como el THC, el CBD o el CBG) como piezas individuales de Lego. Hasta hace poco, pensábamos que la planta solo construía con estas piezas sueltas (monómeros). El cannabizetol rompe esa regla: es un dímero.

En términos sencillos, el cannabizetol es el resultado de la fusión de dos moléculas de cannabigerol (CBG) unidas por un puente químico de metileno que actúa como una bisagra indestructible. Esta unión crea una estructura mucho más grande y compleja que la de sus parientes solitarios.

Intentemos explicar qué hace que el cannabizetol sea tan fascinante desde un punto de vista químico. La mayoría de los cannabinoides que conocemos (THC, CBD, CBG, CBN y el resto) son moléculas monoméricas. Existen de forma independiente, sintetizadas mediante vías bioquímicas bien conocidas, comenzando por el ácido cannabigerólico (CBGA), que se convierte en diversos cannabinoides mediante enzimas específicas.

Los cannabinoides diméricos son animales completamente diferentes. Se forman cuando dos moléculas de cannabinoides, ya sean idénticas o de tipos diferentes, se unen mediante un puente de metileno, creando una sola molécula nueva con propiedades que ninguna poseía individualmente. No se trata de una mezcla ni de una simple reacción química. Es una fusión molecular que crea algo con una actividad biológica completamente nueva.

Solo se han identificado cuatro cannabinoides diméricos en el cannabis: cannabizetol (el nuevo descubrimiento), cannabitwinol, cannabitriol y cannabiripsol. Cuatro, en una planta que produce más de 100 cannabinoides conocidos. Esta rareza nos indica algo importante: o bien estos compuestos se forman en cantidades minúsculas, son químicamente inestables y se descomponen rápidamente, o (y sospechamos que esta es la verdadera respuesta) simplemente no los hemos buscado adecuadamente.

Por eso los descubridores, un equipo de científicos de la Universidad de Milán y la empresa suiza Linnea SA, no eligieron su nombre al azar. Lo bautizaron en honor a Zethus, un personaje de la mitología griega hijo de Zeus, conocido por ser el hermano gemelo inseparable de Amphion. Al igual que Zethus destacaba por su fuerza física, el cannabizetol destaca por una robustez química y biológica que sus "hermanos" monómeros no poseen. 

Una potencia inesperada para la piel

Lo que realmente ha entusiasmado a la comunidad científica no es solo su extraña forma, sino lo que es capaz de hacer. Los ensayos preliminares han revelado que el cannabizetol posee propiedades antiinflamatorias y antioxidantes "notables", superando con creces a otros compuestos similares descubiertos anteriormente. 

En pruebas realizadas sobre queratinocitos humanos (las células principales de nuestra epidermis), el cannabizetol demostró una capacidad única para "apagar" los incendios celulares. Actúa bloqueando la vía del NF-κB, un interruptor maestro que nuestras células activan cuando están estresadas o atacadas. Al impedir esta señal, el cannabizetol frenó en seco la producción de Interleuquina-8 (IL-8), una de las moléculas responsables de la inflamación crónica en enfermedades como la psoriasis o la dermatitis. 

Este hallazgo sugiere que el futuro de la cosmética cannábica y los tratamientos dermatológicos podría no estar en el famoso CBD, sino en este nuevo gigante molecular que, hasta ayer, ni siquiera sabíamos que existía. 

La cicatriz de la prohibición

Aquí volvemos a la gran incógnita: ¿Por qué ahora? ¿Por qué en 2025? La realidad es que la prohibición global del cannabis actuó como un congelador para la ciencia. Durante más de medio siglo, la investigación química estuvo prácticamente paralizada. Los pocos científicos que podían estudiar la planta a menudo tenían que trabajar con material incautado por la policía: cannabis viejo, mal almacenado en depósitos de evidencia, degradado por el calor y el tiempo. 

Esta falta de acceso a planta fresca y de calidad creó un sesgo histórico. Cuando los químicos del pasado encontraban señales extrañas en sus análisis (picos que no correspondían al THC o al CBD), asumían que eran artefactos: impurezas causadas por la degradación o la mala conservación. Durante años, se creyó que los dímeros (como el cannabisol, descubierto en 2012) eran simplemente "suciedad" química producida por el envejecimiento del cánnabis o incluso por la contaminación con formaldehído. 

El estudio de 2025 ha reivindicado a la planta. Gracias a la síntesis total del compuesto en laboratorio, los investigadores han demostrado que el cannabizetol no es un error ni un producto de la descomposición. Es un metabolito natural, una joya fitoquímica que el Cannabis sativa produce deliberadamente, quizás como una defensa avanzada contra la radiación UV o las plagas. Hemos tardado décadas en verlo porque, por primera vez, estamos mirando la planta a través de la lente de la botánica más puntera y no de la criminalística.

Tecnología de vanguardia para cazar lo invisible

El descubrimiento del cannabizetol también es un triunfo de la tecnología moderna. Encontrar una aguja en un pajar es fácil comparado con hallar una molécula traza en la compleja sopa química del cannabis.

Para lograrlo, el equipo italo-suizo no solo aisló el compuesto de variedades ricas en CBG (quimiotipo IV), sino que utilizó química de flujo continuo (flow chemistry). Esta técnica, más propia de la ingeniería espacial que de la botánica clásica, permite realizar reacciones químicas en tubos microscópicos a altas presiones y temperaturas controladas. Fue así como lograron sintetizar suficiente cannabizetol para confirmar su identidad y probar sus efectos, un proceso que con métodos tradicionales habría sido lento e ineficiente.

Se trata de una brillante estrategia: al crear estándares analíticos en el laboratorio, brindan a otros investigadores las herramientas para identificar si el cannabizetol existe de forma natural en las plantas de cannabis y, de ser así, en qué condiciones se forma.

Un nuevo horizonte para el cultivador y el paciente

El descubrimiento del cannabizetol no es el final del camino, sino el pistoletazo de salida para una nueva era. Nos confirma que la planta es mucho más compleja de lo que imaginábamos y que probablemente existen más "hermanos" diméricos esperando ser descubiertos. ¿Podría haber dímeros formados por la unión de THC y CBD? ¿Qué propiedades tendrían? La puerta está ahora abierta. 

Para la comunidad cannábica, esto subraya la importancia de la diversidad genética. Esas cepas ricas en CBG que a veces se pasaban por alto podrían ser las fábricas naturales de la próxima revolución dermatológica. A medida que la legalización avanza y la ciencia recupera el tiempo perdido, dejamos de ver al cannabis como una simple fuente de THC para verlo como lo que realmente es: una bio-fábrica farmacológica cuyo manual de instrucciones apenas estamos empezando a descifrar.

Pero el cannabizetol no es solo una curiosidad científica. Es una prueba del coste de oportunidad. Cada compuesto que descubrimos ahora representa décadas de investigación retrasada, aplicaciones médicas desaprovechadas y un potencial terapéutico que podría haber ayudado a millones de personas. Y aquí está lo realmente emocionante: si seguimos descubriendo nuevas clases de compuestos ahora, imagina lo que descubriríamos con financiación completa para la investigación, acceso institucional abierto y los recursos científicos que dedicamos al desarrollo farmacéutico o agrícola.

Porque el cannabizetol es la prueba viviente de que, incluso en 2025, la naturaleza todavía guarda sus mejores secretos para aquellos que tienen la libertad y la paciencia de mirar con atención. 

 

22/12/2025

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